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6 Estrategias de liderazgo educativo para expertos

Por: EduTech / WeRLearning
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Cómo ser un líder educativo con estrategias que sí funcionan

Ser un buen líder implica tener la capacidad de organizar, motivar e influir para lograr fines y objetivos comunes a un grupo de personas. Si hablamos de liderazgo educativo, la responsabilidad es aún mayor, porque este tipo de liderazgo influye en las prácticas de enseñanza y aprendizaje.

Pero además, delimita la organización, cultura y las políticas de la comunidad educativa que tiene a su cargo. No obstante, ser un líder educativo conlleva grandes desafíos, sobre todo si se piensa en los requerimientos de la educación del siglo XXI.

Es aquí donde surgen una doble apuesta, por un lado formar a formar estudiantes que puedan incorporarse de forma efectiva al mundo laboral actual, el cual se encuentra en un continúo crecimiento científico y tecnológico.

Y por el otro lado, fomentar valores y dar las herramientas necesarias para ciudadanos responsables, conscientes y solidarios que sean capaces de responder a los grandes desafíos de la Sociedad de la Información.

En el siguiente artículo se expondrán estrategias efectivas para un liderazgo educativo exitoso, que posibilite la toma de decisiones a corto plazo, pero también una visión innovadora, que apuesta al futuro, y cuya meta sea transformar la vida de la comunidad educativa, y por consiguiente construir una mejor sociedad.

‘La innovación es lo que distingue al líder de los seguidores’. Steve Jobs

¿Por qué es necesario un nuevo liderazgo educativo?

La educación del siglo XXI prioriza la igualdad, la personalización, la colaboración y también las relaciones con los otros.  Estos cambios y transformaciones en la sociedad impulsaron a replantear la educación.

Entonces, en los próximos años se requerirán habilidades y competencias que contemplen mentes resolutivas y grandes habilidades de comunicación. Desde esta perspectiva los líderes educativos deben incorporar y pensar en nuevas alternativas de formación.

En la misma línea, las generaciones venideras deben estar preparadas para trabajos que aún no existen, un desafío a gran escala. Veamos a continuación cifras que respaldan esta premisa:

El informe ‘Trabajos del mañana’, llevado a cabo por el Foro Económico Mundial anticipó que para el año 2030 más del 60% de los niños y niñas, hoy en primaria, tendrán empleos que no fueron creados.

Así, cuando hablamos de cambios y la necesidad de un nuevo liderazgo educativo, es porque pensamos la educación como la inversión a largo plazo más efectiva de los gobiernos, a fin de asegurar una mejor calidad de vida a sus ciudadanos.

El conocimiento es el punto de apoyo primordial del nuevo orden mundial capaz de conciliar niveles de satisfacción y equidad acorde a las demandas sociales.

Como conclusión, el papel que debe adoptar un líder educativo es central para ofrecer una educación que desarrolle la capacidad moral, intelectual y afectiva de las personas para desempeñarse con éxito en los diferentes ámbitos de la vida.

A continuación presentamos seis estrategias efectivas que se deben aplicar en el liderazgo educacional para alcanzar la cima.

1. Inteligencia emocional para ser un buen líder educativo

Un estudio realizado por Goleman y Buchele (1999) en los Estados Unidos determinó que la inteligencia emocional es más importante que las habilidades técnicas al momento de desempeñar un trabajo.

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Ser un buen líder exige ser emocionalmente competente, aunque la sugerencia parezca una obviedad, lo cierto es que constituye una de las reglas más complejas e importantes que se deben aplicar. Sin ella, las demás carecen de fuerza, inspiración y perseverancia.

Liderazgo e inteligencia emocional van de la mano. Fue Goeman (1995), quién la definió como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y manejar bien las emociones, en nosotros mismos y en nuestras relaciones”.

Esta habilidad permite una mejor relación con los demás en las interacciones que se realizan de forma cotidiana, y también para alcanzar las metas propias y ser realmente exitosos en las acciones que se emprenden.

Estar en la cúspide de una organización obliga a tener conciencia sobre las decisiones que se toman, porque las mismas tienen el poder de afectar o beneficiar al grupo.

En la actualidad, existen múltiples cursos, publicaciones y contenido vinculado a la inteligencia emocional y cómo empezar a estimular para tomar decisiones asertivas.

Si la educación de los tiempos actuales exige a los estudiantes desarrollo emocional como clave de un crecimiento social y profesional óptimo, con mayor razón quienes pretenden ser líderes educativos deben poner en práctica entrenamientos sobre la inteligencia emocional.

2. Interacción con las familias y la comunidad educativa

Como líderes educativos se deben poner en marcha propuestas frescas y diferentes que involucren a las familias y también a otros agentes educativos. Es requisito adoptar una visión integral donde todos los espacios y acciones atraviesen a la institución.

Las familias y la comunidad educativa deben ser parte de actividades formativas y/o recreativas que generen compromiso y a la vez sentido de pertenencia. Un buen líder busca fomentar relaciones respetuosas y de confianza entre los miembros de su institución u organización.

Construir buenos vínculos permite conseguir resultados positivos con beneficios compartidos. De este modo se desarrolla un espíritu de cooperación en un ambiente que estimula la exigencia personal, académica y profesional.

Promover los valores de la organización es posible desde la interacción, sólo así serán los propios miembros de la comunidad educativa quienes se conviertan en voceros y promotores fieles del modelo educativo que propone y también del centro de formación.

Un modelo participativo permite al líder estar en constante interacción con los intereses de la comunidad educativa, lo que le permite conocer las motivaciones, ideas y objetivos de cada uno de sus miembros.

Con esta información es más sencillo generar estrategias comunes, lograr identificación con los proyectos y las prácticas.

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3. Alianzas que brinden resultados efectivos

En segundo lugar, aunque no menos importante, aparecen los vínculos con otras organizaciones, en muchos casos para crear nuevas soluciones o proyectos. Esta competencia se refiere a la capacidad de realizar negociaciones que aporten valor.

Se pueden realizar alianzas con organismos gubernamentales o no gubernamentales, empresas privadas, de investigación, locales o internacionales. Una colaboración dinámica y bien seleccionada puede significar un caso de éxito para la institución.

El Plan Ceibal, implementado por el gobierno de Uruguay, es un claro ejemplo de este tipo de alianzas. El caso de Uruguay fue con la implementación de varias soluciones tecnológicas, entre las que se encuentra Matific, una plataforma para aprender matemáticas de forma efectiva y divertida.

Por fortuna existen un gran número de compañías que ofrecen recursos tecnológicos para colaborar con los Ministerio de Educación, Instituciones, Escuelas, etcétera. Pero retomando el caso de la solución tecnológica Matific, el plan piloto permitió desprender los primeros resultados:

Datos brindados por Matific demostraron que las mejoras respecto el aprendizaje de las matemáticas de los estudiantes fueron del 20%, pero en estudiantes que presentaron mayor dificultades a la hora de aprender matemáticas la mejora fue del 45%.

En la actualidad también el Plan es implementado por Perú, Chile y Colombia.

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4. Promover de forma continúa la instrucción en la comunidad educativa

Una destreza que debe adoptar un buen líder educativo es la capacidad de involucrarse en la comunidad escolar. En el segundo apartado explicamos la relevancia de conocer desde adentro las necesidades del grupo que lidera.

Pero además, tienen que ser capaces de dirigir las charlas, debates, las conversaciones hacia temas que son prioridad en la agenda, es decir lo que respecta a la educación de calidad y eficaz.

Promover la instrucción en los estudiantes y educadores es una de ellas, trazar objetivos que orienten la constante capacitación de los docentes. Por ejemplo, tratar de reducir la brecha que existe entre quienes dominan herramientas tecnológicas, y quienes aún están en proceso de hacerlo.

Por el lado de los alumnos, el camino es idéntico. Innovar para brindar herramientas claves para la educación del siglo XXI, incluir competencias y habilidades para que alcancen su máximo potencial, lideren los trabajos del mañana y contribuyan a la sociedad como ciudadanos éticos, participativos e inclusivos.

Proponer capacitaciones es tomar el timón y saber qué es lo que mejora los procesos de enseñanza y aprendizaje. Se sugiere realizar una investigación exhaustiva, consultar a colegas, informarse o capacitarse sobre lo que se busca aplicar.

Tener este conocimiento previo lo acerca a saber qué puede ser de gran utilidad, y lo aleja de una mala decisión. En esta etapa consultar es vital y es un proceso en el que pueden participar los diferentes actores de la comunidad educativa.

Se recuerda que un buen líder sabe cómo tomar decisiones, pero también tiene que poder escuchar. Toda sugerencia debe ser recibida como una colaboración, una aproximación hacia donde desea orientarse.

5. Comprometerse con los resultados

Un buen líder conoce lo que debe realizar y sabe cómo llevarlo a cabo. Lo principal en la tarea de buscar resultados es confiar en el proyecto que lidera y además poder guiar al equipo hacia el mismo objetivo en común, haciendo saber que los triunfos son compartidos.

Para beneficiar con los resultados a la institución u organización es indispensable tener objetivos claros y realistas, aunque es tentador querer cambios significativos y cuantificables, lo cierto es que muchas acciones llevan tiempo.

Se recomienda pensar en una meta ambiciosa a largo plazo, pero con tareas diarias y pequeñas en conjunto que posibiliten llegar al objetivo deseado. Parte de la tarea de este tipo de liderazgo es que toda la comunidad educativa participe, se sienta parte de la estrategia y no pierda de vista el cumplirla.

Esto nos lleva a pensar en lo importante que resulta delegar tareas, trasladar responsabilidades y acciones a fin de incluir a cada miembro. No obstante, es primordial que exista un compromiso con el resultado, convirtiéndose en ejemplo de cómo se debe trabajar duro para buscar dichas mejoras.

6. Errores que no deben cometerse

Aunque los primeros cinco apartados estuvieron destinados a hablar sobre estrategias para ‘hacer’ o ‘deber hacer’, no menos importante es conocer los errores que deben evitarse si se busca tener un liderazgo educativo exitoso.

Parte de ser emocionalmente capaz es no ver los errores como fracasos sino experiencias. En la mayoría de los casos se toma la postura errónea de centrarse en las consecuencias de una mala decisión y sus impactos negativos, en lugar de enfocar la atención en que los errores son oportunidades de aprendizaje.

Siempre es mejor equivocarse haciendo que cometer un error por no hacer o dejar de hacer.  No obstante, algunas de las equivocaciones más comunes parten de cuestiones primordiales y sencillas, a las que muchas veces ni siquiera se les presta atención.

Existe todo una categoría de errores que pueden clasificarse como malas habilidades en las relaciones humanas. Si el éxito de un líder es la capacidad de alentar, motivar y guiar a un grupo a la consecución de sus objetivos, todo lo opuesto ocurre cuando no es capaz de lograrlo.

A continuación enumeramos cuáles estos errores:

  • Mostrar una actitud despreocupada ante las necesidades de la comunidad educativa.
  • Mantener distancia impidiendo la participación de maestros, padres ,organizaciones, etcétera.
  • No saber cómo motivar.
  • No innovar y cerrarse a los tradicionales modelos de aprendizaje y enseñanza.
  • Descartar propuestas actuales que enriquezcan el conocimiento y continuar eligiendo la educación del siglo XIX.
  • Creer que lo que funcionó en el pasado siempre dará éxito.
  • Ser impaciente. Los líderes educativos no deben improvisar, cada  proceso lleva tiempo.

Otros errores están más ligados al desarrollo de la gestión, como suele ser dirigir los resultados al desempeño en vez de pensar en objetivos compartidos. Se trata de crear un correlato en el cumplimiento de todas las metas incluyendo a la comunidad educativa en su conjunto.

Evitar el conflicto también puede ser perjudicial para una institución porque se priva a los miembros de una comunicación transparente. El conflicto no es sinónimo de ‘problema’, en la mayoría de los casos propicia el momento ideal para la resolución de problemas y el crecimiento.

Finalmente la confianza es lo que empodera a los líderes y no surge mágicamente, se debe cultivar. Las pequeñas acciones definen el carácter de una persona, por lo tanto hay que hacer lo que se dijo que se iba a hacer.

Ya lo dijo Albert Einstein “aquel que es descuidado con la verdad en asuntos pequeños, no puede ser confiable en asuntos importantes”. No se trata de que sólo puedan escucharte, un buen líder hace que crean en él a punto que efectivicen las estrategias que se plantean.

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Conclusiones

Las prácticas de liderazgo educativo se han transformado en los últimos años, y con el efecto post pandemia continúan haciéndolo, exigiendo una postura de flexibilidad al cambio, entendiendo que no se pueden tener todas las respuestas, pero sí ser parte de la solución con propuestas acordes a los nativos digitales.

El liderazgo educativo no es sencillo, conlleva grandes desafíos, crecimiento y aprendizaje constante. Liderar el aprendizaje implica -en parte- algunos de los principios compartidos en el artículo.

Todos los objetivos deben apuntar a un futuro, pero no a uno que parece nunca llegar, sino a una visión que inspire a tomar acciones inmediatas y en tiempo real, para obtener efectos positivos que creen condiciones favorables en el aprendizaje de las generaciones actuales y las venideras.

No se trata de enseñar conceptos o lanzar información al vacío, sino de lograr que la comunidad educativa internalice buenas prácticas educativas, haga un uso correcto de las TIC y se adapte a las demandas del mercado laboral, pero como ciudadanos éticos y personas felices.

Los líderes educativos ejercen una influencia en los estudiantes y el cuerpo docente, entonces debe apuntar a crear una robusta cultura del aprendizaje inculcando habilidades académicas y el desarrollo de las personas a nivel emocional y moral, explicando el por qué, para qué y hacia dónde se desea llegar.

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